Emery
PSG
Sevilla FC
AU REVOIR MONSIEUR EMERY
Fuente: Diario As |
Pero no estamos aquí para hablar de lo que será capaz de hacer Emery en París, sino de lo que hizo en Sevilla, que fue mucho, y bueno. Dejaremos aparcada la euforia por los títulos y nos centraremos en el juego, partiendo de la base de que no creemos que el juego, tal y como lo conocemos e intentamos estudiarlo, sea el gran legado de Emery en el Sevilla.
SU LLEGADA: REVIVIR ILUSIONES
Celebré personalmente la llegada de Unai Emery al Sevilla FC. Llegaba en un momento complicado, con un equipo sumido casi en la deriva institucional y con varias campañas que, si bien en alguna se consiguió algún título (eso habla de la grandeza del Sevilla), no iban en consonancia con ese gran proyecto sevillista de consolidación en la élite.
El Sevilla, todo hay que decirlo, vivía de las muy buenas rentas de años anteriores y no terminaba de consolidar ningún proyecto deportivo. Ni Manzano, ni Marcelino ni Michel consiguieron crear algo que se pareciese a un equipo, y hacía falta alguien que viniese a renovar las ilusiones de una parroquia que ya empezaba a impacientarse. Y el elegido era Emery, un entrenador metódico e incansable trabajador, carismático, y con un talento enorme para conectar con el vestuario.
Como dije muchas veces, fue una llegada terapéutica. Relajó tensiones desde el trabajo y la ilusión por hacer cosas. Volvía a una liga que dominaba y lo hacía en un equipo con unas ganas tremendas de remontar el vuelo.
EL ESTILO DE JUEGO: CRONOLOGÍA TÁCTICA
Unai Emery llegó al Sevilla con la vitola de defender dos sistemas de juego muy definidos a lo largo de su carrera. De una parte, el 1-4-2-3-1 (que finalmente ha conseguido asentarse en el Sevilla FC), y de otra el 1-4-3-3. Sabemos que los esquemas son simples números que por sí solos no significan nada, más allá de las posiciones de partida de los jugadores, que puede que en nada tengan que ver con su desarrollo final en el terreno de juego.
Entrenador tremendamente versátil que suele trabajar sobre la base de planteamientos enteramente reactivos, siempre en función de lo que el rival pueda disponer. Eso exige un intenso compromiso táctico y una enorme profundidad en el análisis, de ahí la importancia de su equipo de trabajo. Esa idea de jugar en función de las capacidades del rival va ligada a su rutina de trabajo. Preparación de scouting del adversario, análisis de los puntos fuertes y débiles, de jugadores claves, de posibles situaciones de ventaja... Nada puede ni debe escapar al estudio.
Hay algo que me convencía de Emery, más allá de su más que probado esfuerzo, y es lo que pude verle en Lorca y Almería. Era un entrenador talentoso en lo táctico. Era capaz de cambiar partidos, de detectar necesidades y de modificar planteamientos iniciales que se adecuaran a las nuevas circunstancias que nacían en cada momento. En Valencia hizo algo de mucho mérito, pero iba progresivamente perdiendo esa frescura táctica que tan buenas sensaciones me dejó. Necesitaba salir, renovarse, y volver.
Si tenemos que hacer referencia exclusivamente al estilo, a mí su trayectoria en el Sevilla me ha dejado muchas dudas. Es cierto que enfrentarse a renovaciones de plantilla tan drásticas año a año dificulta mucho la consolidación de los modelos de juego, pero al Sevilla, en competición regular, le ha costado definirse.
En la temporada 2012-2013 el Sevilla se asentó sobre el 1-4-2-3-1. Empezaban a encontrar acomodo muchas ideas válidas que, en su conjunto, configuraban un buen equipo de fútbol. El equipo empezó a recuperar conceptos claves como la presión adelantada, buscando el robo arriba que le permitiese salir en pocos toques, la defensa alejada de la portería o los laterales doblando a los extremos, que tendían a ofrecer un apoyo interior para la continuidad de la jugada. Unai Emery empezó a darse cuenta de que el Sevilla aprovechaba muy poco la segunda línea. Desde esa perspectiva, y dando continuidad al buen movimiento de Michel situando a Medel como interior de presión, Emery pidió a Rakitic y al chileno algo más de presencia en la zona de rechaces cuando el Sevilla conseguía profundizar por fuera.
El Sevilla llevaba años sufriendo en transición defensiva. Tras pérdida, el equipo hacía un repliegue intenso y buscaba el robo por físico (carreras largas de Zokora, antes, y de Medel, después). En su momento, buscó anticiparse y activar la presión tras pérdida, facilitando, en la medida de lo posible, el robo en zonas laterales (para salir rápido por fuera). El objetivo era robar siempre por fuera para no tener que exponerse por dentro
Así finalizó el primer minicíclo de Emery en el Sevilla, de enero a junio. La nueva temporada exigía cambios. La temporada 2013-2014 comenzó con la salida de dos pilares, Negredo y Jesús Navas, que obligaban a modificar por completo el modelo de juego. Los fichajes de jugadores como Marko Marin, Vitolo, Jairo, la llegada al primer equipo de Bryan Rabello, o la presencia de Rakitic, marcaban una nueva tendencia, los mediapuntas. El Sevilla tenía los suficientes argumentos deportivos para buscar desde los extremos, en lugar de la línea de fondo, la zona de mediapuntas. Optimizar el juego interior y acabar las jugadas en la corona del área buscando movimientos del delantero -siempre en contra del sentido en el que circule la pelota- a la espalda del central-lateral.
Además, contar con jugadores como Alberto Moreno y Coke/Cicinho le podía permitir aprovechar los carriles exteriores con el uso de laterales largos. La presencia de los extremos en banda sería testimonial. La salida de Jesús, además, permitía al Sevilla la opción de Jose Antonio Reyes en banda derecha, para buscar la activación de la zona interior.
Con todas esas ideas se iba fraguando un nuevo Sevilla. Pero el paso de los partidos nos mostró a un Emery que iba un poco en contra de la naturaleza de sus futbolistas. El Sevilla no se encontraba a sí mismo. Morir con tus ideas cuando éstas demuestran ser equivocadas, no es un signo de fidelidad, sino de irresponsabilidad. Era el gran error de Unai Emery. Los entrenadores están para tomar las mejores decisiones colectivas. No es que el Sevilla no supiese vivir sin Rakitic, sino que nadie había facilitado un comportamiento grupal en el que Rakitic no fuese imprescindible. El entrenador está para ayudar a sus jugadores, no para generarles dependencias individuales. Está para construir un modelo de juego que potencie las cualidades de sus mejores futbolistas. Pero un modelo competitivo, en el que se exploten virtudes y se disimulen defectos. El Sevilla tenía a su mejor futbolista trabajando para disimular unos defectos que en realidad incrementaba. Llevaba arrastrando los mismos problemas desde principios de temporada.
El Sevilla tenía problemas en la salida del juego. El ataque organizado era mediocre, no conseguía producir ventajas con balón, no generaba situaciones de superioridad ni espacial ni posicional en el centro del campo.
El mediocentro es una de las posiciones más difíciles del fútbol. Exige una serie de características que hay que trabajar desde la base. Dominio de las transiciones, capacidad en la presión, intensidad, nivel físico óptimo, inteligencia en el repliegue, etc. Cada posición exige que se desarrollen los conceptos de una manera diferente, incluso cuando se trata del mismo concepto. No repliega igual un lateral que un mediocentro, ni un central que un mediapunta. Rakitic tiene en su genética futbolística asimilados los conceptos de la posición en la que mejor se desenvuelve. El jugador, para cumplir bien un determinado rol, necesita sentir los conceptos que se desarrollan en ese rol. Rakitic no siente la posición, porque sus características no se encuentran potenciadas.
Sin balón, el croata no tenía físico para presionar, ni talento defensivo para tapar líneas de pase. Su participación se limitaba a tratar de estorbar un poco y a correr hacia donde no le pedía la jugada. Además, no era un punto fuerte en el repliegue, porque llega tarde a la jugada. El Sevilla no tenía la pelota en buenas condiciones. Eso generaba pérdidas de mala calidad. M´Bia solía enfrentarse siempre a situaciones de inferioridad numérica tras pérdida. No había ayudas defensivas, se encontraba girado y sin opción de robo. El Sevilla sufría a nivel defensivo porque no se comporta bacomo un bloque, sino como un equipo completamente partido.
Cuando el Sevilla tenía la pelota, Rakitic la recibía en una posición en la que necesitaba estar en permanente contacto con ella. Rakitic no dominaba la base de la jugada. Desde esa zona, en salida, solo se podía aprovechar su capacidad para los cambios de orientación, porque entre sus características tampoco se encontraba la de retención de la pelota. Jugador de pocas participaciones. Toque, desmarque de apoyo, toque, desmarque, último pase y cargar el área. Ahí se sentía cómodo, cuando recibía en la mediapunta, o escorado a banda izquierda, porque le permitías desarrollar sus principales capacidades, que son el remate y el dominio del área.
Terminó su segunda temporada con el equipo en quinta posición y con la primera de las tres Europa Leagues consecutivas que acabaría consiguiendo. Terminó cediendo y colocó a Rakitic en posiciones más avanzadas. Y se montó la sociedad Bacca - Rakitic que terminó siendo el mayor valor competitivo del Sevilla. Rakitic lanzando las contras y Bacca atacando el espacio. Se perdió un valioso tiempo pero se consiguieron los objetivos A nivel de resultados es evidente el éxito de su trabajo, pero aquí queremos ir un poco más allá. El equipo ganaba, es evidente, pero costaba encontrarle definición. El verano fue intenso, como venía siendo habitual, y se marchó Ivan Rakitic, la piedra angular del proyecto. La salida de jugadores importantes obliga a reconfigurarlo todo, y puede que sea esa la razón por la que al Sevilla FC le haya costado tanto definirse a nivel de juego.
En la 2014/2015 llegó Ever Banega, que terminó formando parte del nuevo bastión de mando del Sevilla FC. Y qué año... El Sevilla FC, al fin parecía un verdadero equipo. No es que no lo fuese en la temporada anterior, pero ahora era mucho más serio, más determinante, menos dependiente y con muchísimas más variantes tácticas. La sociedad Rakitic - Bacca dio paso al Vitolo (que ganó mucho protagonismo) - Bacca. La habilidad en el desmarque de Bacca permitía el avance en conducción hacia dentro de Vitolo. Aunque sí es cierto que el Sevilla no se cimentó sobre una serie de principios inamovibles. Unai Emery no es de modelos de juego fijos, juega en función de las circunstancias y no tiene miedo a cambiar. Las dificultades en la elaboración del juego le hicieron adelantar la posición de M´Bia, que se quedó como el primer receptor de la segunda jugada. El Sevilla hizo una de las mejores temporadas de su historia en liga (76 puntos, quinto puesto) y repitió como ganador de la Europa League. Siendo sinceros, el Sevilla de finales de temporada es el Sevilla más rotundo, determinante y grande que jamás han visto estos ojos. Competía contra cualquiera.
La 2015/2016 empezó como de costumbre, con la salida de jugadores importantes y la llegada de otros que lo terminarían siendo. Carlos Bacca, uno de los mejores delanteros del mundo, se fue al AC Milan. Nuevamente una de las piedras angulares del proyecto deportivo. Con Rico en portería y sin Bacca, el Sevilla quedaba descubierto en las dos áreas. En ninguna de ellas era determinante. Pero Gameiro, que estaba en segundo plano, asumió el mando. Y vaya si lo hizo. El problema es que, siendo Gameiro un extraordinario delantero centro, no tiene las condiciones de Bacca para generar ventajas. Tiene gol, crea espacios, pero no el talento del colombiano para producir volumen de juego.
Con el nuevo año, Banega fue ganando galones. Poco quedaba ya de aquél Sevilla de los mediapuntas del primer año. El equipo avanzaba hacia una estructura más defensiva. Realmente, el Sevilla de Emery no ha sido nunca "alegre" en ninguna de sus cuatro temporadas. Muy pragmático, competitivo pero sin estridencias y sin asumir demasiados riesgos. A la espalda de Banega, el director de orquesta, se impuso el doble pivote Krychowiak - N´Zonzi. Al jugador francés le costó mucho adaptarse, pero acabó siendo una piedra angular, el pegamento táctico del Sevilla de Emery. Coordinando la presión junto al polaco, yendo a robar más arriba, cerrando espacios. No son doctos en la salida del juego (uno de los grandes problemas del Sevilla, sumado al ataque posicional), pero generaban cierto equilibrio táctico. El Sevilla tuvo que inventarse la salida lateral para esquivar algún que otro problema, pero por lo general, costaba un mundo generar ventajas con balón más allá del talento de Banega para subir líneas o la capacidad de Vitolo para meter al equipo en campo contrario en conducción.
En el campeonato de la regularidad ha sido el peor año del Sevilla de Emery -junto al primero-. Séptima posición y ni una sola victoria fuera de casa. Si en el año anterior se ganaba por inercia, en este se ha sudado sangre en cada punto. Y volvemos al mismo problema de cada año, al Sevilla le costaba definirse. Hacer un modelo de juego en función del rival no implica la ausencia de unas líneas fijas que permitan trabajar sobre una serie de principios somatizados. Los automatismos, tan importantes en el sistema. El Sevilla volvió a ganar la Europa League, lo que se convirtió en un hito del fútbol. Pero seguían faltando detalles tácticos para adelantar esos pasitos tan necesarios para meterse en el grupo reducido de equipos de máximo nivel.
Terminó su segunda temporada con el equipo en quinta posición y con la primera de las tres Europa Leagues consecutivas que acabaría consiguiendo. Terminó cediendo y colocó a Rakitic en posiciones más avanzadas. Y se montó la sociedad Bacca - Rakitic que terminó siendo el mayor valor competitivo del Sevilla. Rakitic lanzando las contras y Bacca atacando el espacio. Se perdió un valioso tiempo pero se consiguieron los objetivos A nivel de resultados es evidente el éxito de su trabajo, pero aquí queremos ir un poco más allá. El equipo ganaba, es evidente, pero costaba encontrarle definición. El verano fue intenso, como venía siendo habitual, y se marchó Ivan Rakitic, la piedra angular del proyecto. La salida de jugadores importantes obliga a reconfigurarlo todo, y puede que sea esa la razón por la que al Sevilla FC le haya costado tanto definirse a nivel de juego.
En la 2014/2015 llegó Ever Banega, que terminó formando parte del nuevo bastión de mando del Sevilla FC. Y qué año... El Sevilla FC, al fin parecía un verdadero equipo. No es que no lo fuese en la temporada anterior, pero ahora era mucho más serio, más determinante, menos dependiente y con muchísimas más variantes tácticas. La sociedad Rakitic - Bacca dio paso al Vitolo (que ganó mucho protagonismo) - Bacca. La habilidad en el desmarque de Bacca permitía el avance en conducción hacia dentro de Vitolo. Aunque sí es cierto que el Sevilla no se cimentó sobre una serie de principios inamovibles. Unai Emery no es de modelos de juego fijos, juega en función de las circunstancias y no tiene miedo a cambiar. Las dificultades en la elaboración del juego le hicieron adelantar la posición de M´Bia, que se quedó como el primer receptor de la segunda jugada. El Sevilla hizo una de las mejores temporadas de su historia en liga (76 puntos, quinto puesto) y repitió como ganador de la Europa League. Siendo sinceros, el Sevilla de finales de temporada es el Sevilla más rotundo, determinante y grande que jamás han visto estos ojos. Competía contra cualquiera.
La 2015/2016 empezó como de costumbre, con la salida de jugadores importantes y la llegada de otros que lo terminarían siendo. Carlos Bacca, uno de los mejores delanteros del mundo, se fue al AC Milan. Nuevamente una de las piedras angulares del proyecto deportivo. Con Rico en portería y sin Bacca, el Sevilla quedaba descubierto en las dos áreas. En ninguna de ellas era determinante. Pero Gameiro, que estaba en segundo plano, asumió el mando. Y vaya si lo hizo. El problema es que, siendo Gameiro un extraordinario delantero centro, no tiene las condiciones de Bacca para generar ventajas. Tiene gol, crea espacios, pero no el talento del colombiano para producir volumen de juego.
Con el nuevo año, Banega fue ganando galones. Poco quedaba ya de aquél Sevilla de los mediapuntas del primer año. El equipo avanzaba hacia una estructura más defensiva. Realmente, el Sevilla de Emery no ha sido nunca "alegre" en ninguna de sus cuatro temporadas. Muy pragmático, competitivo pero sin estridencias y sin asumir demasiados riesgos. A la espalda de Banega, el director de orquesta, se impuso el doble pivote Krychowiak - N´Zonzi. Al jugador francés le costó mucho adaptarse, pero acabó siendo una piedra angular, el pegamento táctico del Sevilla de Emery. Coordinando la presión junto al polaco, yendo a robar más arriba, cerrando espacios. No son doctos en la salida del juego (uno de los grandes problemas del Sevilla, sumado al ataque posicional), pero generaban cierto equilibrio táctico. El Sevilla tuvo que inventarse la salida lateral para esquivar algún que otro problema, pero por lo general, costaba un mundo generar ventajas con balón más allá del talento de Banega para subir líneas o la capacidad de Vitolo para meter al equipo en campo contrario en conducción.
En el campeonato de la regularidad ha sido el peor año del Sevilla de Emery -junto al primero-. Séptima posición y ni una sola victoria fuera de casa. Si en el año anterior se ganaba por inercia, en este se ha sudado sangre en cada punto. Y volvemos al mismo problema de cada año, al Sevilla le costaba definirse. Hacer un modelo de juego en función del rival no implica la ausencia de unas líneas fijas que permitan trabajar sobre una serie de principios somatizados. Los automatismos, tan importantes en el sistema. El Sevilla volvió a ganar la Europa League, lo que se convirtió en un hito del fútbol. Pero seguían faltando detalles tácticos para adelantar esos pasitos tan necesarios para meterse en el grupo reducido de equipos de máximo nivel.
Por encima de cualquier configuración táctica, o aportación a la memoria del juego, el verdadero legado de Unai Emery en el Sevilla FC ha sido la mentalidad. Llegó a un equipo presa de un proyecto deportivo caduco, falto de energía y de ideas nuevas. Imprimió ilusión, dedicó horas y horas de trabajo y puso la primera piedra de ese nuevo Sevilla grande que hoy podemos disfrutar.
Convenció de su importancia a jugadores como Coke, que en otras circunstancias no habrían continuado en el equipo. Dio a cada uno un papel determinante, construyó un EQUIPO, presa de muchos errores endémicos, pero un equipo en toda la extensión de la palabra. Y grabó a fuego, en la grada y en el césped, algo que parecía haberse olvidado: rendirse no está permitido. Y aunque parezca un cliché, cómo de importante es conseguir implicación... El Sevilla ha sido capaz de revertir situaciones completamente inverosímiles, y que solo pueden asimilarse desde la grandeza. El equipo hoy es más grande que cuando llegó Emery, y ese mérito nadie se lo puede negar.
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